miércoles, 14 de agosto de 2013

Escapando del mundanal ruido


Una de las condiciones que a lo largo de la vida me sigue resultando satisfactoria es el poder tener algunos lugares donde “escapar” del ajetreo, ruido y stress de la ciudad. Lugares donde poder estar relajado, entretenido y a la vez conmigo mismo., donde poder pensar sin bullicio o inclusive no pensar.  Esto se puede llevar a cabo incluso estando acompañado pero teniendo momentos personales en los cuales divagar sobre la existencia, sobre lo humano y lo divino o sobre nada, donde simplemente contemplar el entorno, escuchar sus sonidos, los susurros del viento, el trinar de pájaros o el motor de algún avión que se antoja pasar sean tan  o mas placenteros que otros instantes de la vida diaria.
La montaña y el mar están dentro de mis lugares favoritos para esas escapadas. Desde niño los he tenido cerca pues Caracas tiene el privilegio de tener a su guardián natural: EL AVILA. Esa hermosa montaña a la cual he subido desde joven gracias a excursiones con los Boys Scouts y también con excursiones que organizaba mi mama a “Los Venados”, un hermoso paraje de El Avila al que se llega mediante un serpenteante y empinado ascenso en medio de una forndosa y alta vegetación. También solíamos subir en el teleférico hasta el Hotel Humboldt. Con los años fui descubriendo otras rutas con las que compartía entrenamiento con amigos corredores como son el cortafuegos o el Pico Oriental. Este último destino se convirtió en uno de mis predilectos tanto por la dureza del camino como por el exquisito paisaje que se observa todo el camino, variando las especies a medida que se gana altura. Un ascenso de unos 7,5 km con desnivel aproximado de 1.700 mt. Estar en la cima de El Avila, sentado en la gran piedra, observando la Cruz de los Palmeros mientras se divisa la ciudad abajo (si las nubes lo permiten) y/o escuchando los sonidos del silencio es una sensación maravillosa, es un rato de paz y tranquilidad de los que hay que disfrutar de vez en cuando. Al cuerpo y a la mente le vienen de maravilla.
 

 

También el siempre recordado y disfrutado Club Puerto Azul donde entre sus playas, sus grandes espacios vegetales y su bulliciosa tranquilidad también he conseguido esos momentos de serenidad y placidez.

 
En la Isla de Margarita, donde viví por 11 años, tenía dos lugares muy apreciados, uno era el Cerro El Morro, donde iba cuando necesitaba momentos de quietud y silencio. Era una pequeña montaña desde la cual divisaba el mar caribe si obstáculo alguno y sin bullicio ya que, para entonces, era parque nacional. Posteriormente fue cambiada la zonificación con la consecuente invasión urbanística y por ende sin poder ir a contemplar el mar desde ahí. Afortunadamente, durante años viví en un apartamento con vista al mar.
 
El otro remanso de tranquilidad, aderezada por la exigencia del camino hasta la cima, era el Cerro Copey, la cota más elevada de la isla con 960 msnm donde, a diferencia del resto de la isla, solía hacer fresca temperatura en su cumbre lo que nos obligaba a bajar pronto a riesgo de resfriarnos. Es delicioso estar en un lugar donde hay poco o ningún ruido estando muy cerca del bullicio citadino. 
 
Durante parte de 2011 y todo 2012 estuve en Bogotá, una ciudad que se me asemeja a Caracas gracias a la montaña que la delimita y que, además de mostrar su majestuosidad, sirve de punto de referencia y ubicación dentro de la ciudad. Como no podía ser de otra manera, también busqué la manera de ir a sus montañas y poder contemplar la ciudad desde lo alto. Con un grupo de personas con quienes posteriormente hice entrenamientos periódicos comenzamos ascensos por los aledaños de Bellavista (2600 msnm) hasta las antenas (3300 msnm), luego ir hacia el peaje de La Calera (Patios) con altitud de 3100 msnm y finalmente bajar de nuevo a la ciudad. En el punto de las antenas un clima maravilloso rodeado de verde montaña y los sonidos del silencio, realmente mágico. En la zona de Patios ya hay mucho bullicio pero, a cambio, un ambiente muy positivo donde confluyen ciclistas y corredores para hacer parada y reponer energías.

 

También presenta un ambiente relajante y renovador el Cerro Monserrate. Tuve la oportunidad de ser invitado a subir de noche en la época navideña cuando decoran e iluminan la zona. Ascenso en cable - riel (descenso en teleférico), caminar con el fresco de la noche, escuchar la novena en la iglesia, tomar algo caliente para mitigar el frio y contemplar esa gran ciudad iluminada es gratificante y reconfortante. Nuevamente la sensación de paz y sosiego cerca pero alejado de la bulliciosa ciudad.

 
 
En la comunidad de Madrid también encontré, gracias a un grupo de senderistas, la cumbre de La Maliciosa en la Sierra de Guadarrama. Sus 2227 msnm se observan desde cualquier lugar de la comunidad de Madrid y solamente al aproximarse a esta montaña se da uno cuenta de su imponente figura. En invierno es fiel reflejo de la estación al mostrar sus cumbres cubiertas de blanca nieve que esconde gran parte de su orografía. Lógicamente una cosa es subir allí en épocas de Otoño – Invierno – Primavera y otra bien diferente en verano. Físicamente exige bastante la ascensión. Independientemente de la estación, la estancia en la cumbre tiene un alto valor para cuerpo y mente, gran recarga de energía y de oxígeno mientras se observa el entorno a sus pies en ambiente silencioso y refrescante.


Siempre es dificil transmitir en líneas escritas las sensaciones con las que regresaba (y sigo regresando) de cualquier de esos lugares. No es decir la trillada expresión de "vengo renovado", es saber que de cada paseo a esos y otros lugares regreso con satisfacción, estímulo, con algún nuevo aprendizaje, con alguna nueva historia o anécdota que compartir. Y eso, simplemente eso, ya es iindicativo de que las escapadas son productivas y necesarias. Asi que se las seguiré dando a mi organismo.
 
Y agradecer a cada persona que ha sido partícipe en el descubrir estos y otros lugares en los cuales llenar de serenidad y optimismo el espíritu.

jueves, 1 de agosto de 2013

El sol sale para todos

Una noche algo cálida con muy poca brisa hace que el sueño no logre ser profundo. Se me ocurre asomarme por la ventana del estudio y contemplar el parque, aun con la amarilla luz de las farolas pero que, dada la altura en la que me encuentro, produce una sensación agradable acompañado por el silencio de la madrugada que ya empieza a verse interrumpido por el paso de los primeros buses municipales y algún que otro vehículo transitando por la A-4.
Miro al cielo y observo el 1/4 de luna blanca brillante visible en un firmamento despejado, sin nubes y donde la luz de las estrellas sirve de decoración a la que se agregan los titilantes destellos blancos y rojos de aviones que recorren el espacio aéreo cercano a Valdemoro.

A las 06:15 comienza a verse en el horizonte destellos de luz clara que anuncian la pronta presencia solar cuando bajas montañas y azoteas de edificios dejen de ser obstáculo en el camino ascendente del astro rey. Y la luna, en su fase menguante, aún muy alta pues hizo su aparición alrededor de las 02:30, no tiene previsto ocultarse hasta las 17:30 pero a media mañana ya dejará de estar visible ante la brillantez y la potencia de la luz solar.
 



¿Y entonces? Una nueva ocasión para tratar de captar imágenes del sol y la luna juntos en el cielo, así que......manos a la obra. Por el camino pensando en posibles ángulos de visión y que obsatáculos debiera esquivar para tener alguna(s) imágenes interesantes. Al llegar al lugar donde podría tener espacio abierto y ver todo lo que había alrededor así como la ubicación de la luna y el sitio por donde se asomaría el sol, decido incorporar a un tercer personaje en la propuesta: EL ASTRONAUTA. 
Un personaje que mediara pero que también se aliara con el sol y la luna en un instante diferente. Y se comportó muy bien al saberse protagonista dando juego, sin reparo alguno, a los requerimientos del fotógrafo.
 
A los pocos minutos se produce el momento que fui a buscar y que, afotunadamente, el ángulo de visión permitió tener a los tres personajes interactuando a pesar del tamaño que presentaban a la vista.
Y fue eso, un instante. A los siguientes, ya la luna se salía del ángulo de visión mínima permisible desde mi ubicación considerando, además, el movimiento de ellos y de la tierra. Los siguientes momentos también dejaron imágenes curiosas aunque debí ponerme serio con EL ASTRONAUTA por cuanto quería apoderarse del sol, hecho este que hubiera traído inconvenientes en muchos lugares del planeta además de los que seguramente me habría acarreado a mi en este pueblo donde está la escuela de formación de la guardia civil (guardias jóvenes).


Afortunadamente fue comprensivo, entendió que el sol no es un regalo o un juguete para que se lo quedase esta mañana, por lo que hoy, mañana y así todos los días, "el sol sale para todos"